Hace un par de meses todo hacía sentido. Al fin la vida estaba poniendo las cosas en su lugar. Estaba feliz. Mi cabeza estaba llena de creatividad y mi corazón de paz. Era como si esa «maldición» que pusieron sobre mí se hubiera levantado.
Pensé que esta vez si funcionó la limpia, la bendición, la terapia, las oraciones y rosarios que mi mamá rezó por mí… lo que sea… que haya sido… pero aI fin había funcionado. Era feliz y tenía una sonrisa pintada de rojo en mi cara.
Yo iba por ahí y por allá, con mi sonrisa pintada en la cara, trabajando, compartiendo, al fin sintiendo que podía ser parte de este mundo. Y lo fui… Por un breve momento sentí que al fin pertenecía… tal vez no donde antes estuve, pero sí sentí que ya no había en mi más resentimientos ni perdones atorados. Parecía «nueva».
Hasta que hace poco… comencé a escuchar esas frases que te marcan y te retuercen todo lo que ya habías enderezado. Uno puede oír esas palabras… pero otra cosa es sentir que las malditas regresaron cuando el capítulo estaba cerrado.
Y es que sentir cada palabra como: traición, dolor, miedo, cáncer, víctima, muerte, tiempo… es algo que te sacude desde lo más profundo del alma. Porque hay palabras malditas que te marcan mil y un sentimientos que ya no quieres tener. Pero la vida no es lo que «quieres»; es lo que es. Y a esas palabras las enfrentas… y punto.
Así que aquí estoy, escribiéndole a la vida, mientras oigo llover. Preguntándome si aún tengo tiempo para amar, sentir, vivir, correr y sobretodo bailar… porque bailar siempre me devolvía la sonrisa.
Así que vida… ahí te voy… bailando y cruzando los dedos para que esta vez mi sonrisa regrese… porque esta vez solo «se fue a volver», mientras encuentro la canción que me haga vibrar cuando empiece a bailar.