La primera vez que vi Star Wars fue con mis papás… y la segunda y la tercera y así…. hasta hoy que la vi la IX con mi hijo.
Mi papá era un amante de la ciencia ficción. Y mi mamá, le amaba a mi papá, así que le acolitaba a la dupleta con set de guaguas y sánduches de Don Soto.
Fue mirando esas películas con ellos que descubrí la magia de la animación, los efectos especiales, el CGI, mi profesión frustrada de astronauta y la frase que le retorcía a mi papá y le ponía trompudo: «para que voy a leer el libro, si ya salió la película».
Aunque eso no era la verdad, amo leer… y muy pocas veces las películas superan el poder de la imaginación de una niña a la que le leían Julio Verne antes de dormir
Cuando se acabó la película, con mi hijo tomando mi mano, y a pesar de tener una sonrisa casi del mismo tamaño que la de los lentes 3D, sentí el corazón aplastado… y una loca sensación de incertidumbre.
Era obvio que una etapa de mi vida se había terminado. Las lágrimas no se hicieron esperar (últimamente ando con complejo de grifo… mal cerrado)
Este 2019 puso el punto final a muchas de las historias con las que crecí y con eso una etapa de mi vida se cerró.
Que la fuerza nos acompañe…