Con el tiempo, las piezas se van ubicando en el lugar al que pertenecen (por este momento) y aprendes que tal vez ese lugar cambia, y al cambio es mas fácil adaptarse que pelearle.

Hace tiempo que te sientes orgulloso de ti mismo, de tu camino y todo lo que has vivido. Dejaste de culparte de todo y tampoco permites que te culpen o ya no importa. No importa lo que dijeron o dicen… o dirán. Ya no importa lo que hiciste o te hicieron. Todo se va quedando en el olvido, y es ahí donde pertenece.

Perdonas y sanas… sin darte cuenta; y más importante aún, te perdonas. Las culpas se acaban. Lo que fue, ya fue. Bueno o malo, la elección y la lección ya están marcadas. Sueltas.

Ahora vives, vives en el momento lo que es… es tu sonrisa, el brillo de esa mirada, la paz, ese beso, el chocolate y la ensalada, las lágrimas, el hueco en el estómago, la música, el miedo, tu fuerza llena de dulzura y viceversa, es la convicción de saber que puedes porque eres brillante y que tu luz ilumina, que eres bueno en tu trabajo y buenísimo en sonreír solo con ver a quien amas.

El amor no hace daño, el amor no se va, en el amor no hay límites, al contrario vas mucho más allá porque te impulsa. Cuando otros te juzgan o lastiman… no lo hacen a través del amor sino de su miedo, y ese ya no es tu problema. Vivir no es un problema… es decisiones y fe.

Ahora eres y sigues… porque la única manera de avanzar es haciendo. Estás en «modo» evolución. Ves las estrellas, te enamoras de la luna y paras todo solo para ver el atardecer. Vuelves a amar tus pecas, te gusta como te luce ese jean y el sabor de un buen vino.

Te sorprendes a ti mismo, ya no eres el de antes pero eres tú mas que nunca. Das las gracias y sigues con una mirada pícara y una sonrisa que viene del alma.

Autor: Belén Avila

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