10 SEMANAS
La vida no se detiene. Lo que tiene que ser, es. Lo que no, suelta.
Miles de preguntas aún me dan vueltas por la cabeza… miles de porques. Los típicos «what if»: ¿si le hubieran hecho un TAC con contraste a tiempo? ¿si los de la huelga nos hubieran dejado pasar? ¿si le hubieran atendido más rápido?¿si le hubieran controlado el dolor? ¿si le hubieran puesto el stent en Cleveland? ¿si yo me hubiera dado cuenta antes? Los «what if» son demasiados. Y no importan. Porque no son. No fueron. Ni se pueden cambiar.
Son 10 semanas sin mi mamá. 10 semanas sin escuchar su voz. Sin su fuerza… sin su fe… sin su presencia. Sin los almuerzos de los martes. Sin la llamada diaria… sin las conversaciones a veces tan simples y llenas de risas… y otras tan complejas y existenciales que eran solucionadas con un «chulla vida, ten fe, un momento a la vez o lo vamos a resolver juntas»
Son 10 semanas y hay una sola cosa que no me cuestiono… y es que estuve con ella siempre, viajé con ella, recé con ella, le acompañé, no le fallé… le sostuve y le cuidé… como ella un día me sostuvo y me cuidó a mí.
Nuestras últimas conversaciones fueron llenas de instrucciones, de amor, de fe, de sanación y de paz. Ella me dijo que estaba en paz y lista… y le creo. Estaba lista.
Cuando me dicen que me ven bien, que me ven fuerte y que les gusta la mujer en la que me he convertido… lo único que tengo en el alma es agradecimiento.
Gracias mamá, aún me quiebro, aún lloro, aún me duele; pero también sé que la vida sigue, que uno no debe aferrarse a nada, que se suelta y se sigue… y se vive hoy con alegría y con fe.