¿Cómo encontré la paz? ¿A qué rato me volví fuerte? No sé. Solo fue pasando con el tiempo. Empecé a construir y a enfrentar mis miedos, mis secretos, mis errores… tanto los reales como los inventados. Me sentía culpable de todo. Lo mío. Lo de otros. Me sentia asustada. A veces sin explicación, otras con toda la razón. Tenía tantas explicaciones que dar… o al menos eso era lo que sentía… explicar mi realidad, mi versión de la vida, de lo que en «realidad pasó». Pero eso importa… tal vez importó hace mucho tiempo. Y ahí nadie me escuchó. Y me callé. Y encerré todo. Y «me olvidé». Lo malo es que de quién más me olvidé fue de mí. Me olvidé de quién era, de qué quería, de qué merecía. Me olvidé de mí. Uno llega a conformarse, con tal de huir de la realidad que borró y de que te has pasado más de media vida escapando. Si sigues huyendo, si sigues bajando la cabeza, si te sigues conformando, si no aceptas lo mucho que vales… es verdad no pasa nada. Ni bueno, ni malo. Solo te quedas ahí, zombie, muerto en vida. Innecesario, olvidado. Sobreviviendo sin vivir. Sé que me costó mucho enfrentar, pero no creo que, me costó más, que el tiempo que me demoré haciéndolo. Ahora pues… lo único que importa es este momento. Esta paz. Esta fuerza que nació de mis errores, de mis pérdidas, de mi… y de la capacidad que desarrollé. Me encontré.