Ojalá, con Beret de fondo.
Cuántas veces pensamos con absoluta certeza «ahora no soy feliz». Y nos callamos por miedo, miedo a aceptar, miedo al que dirán, miedo a ser juzgado. O simplemente el mundo te enseña que debes ser fuerte siempre y «no quejarte» porque si lo haces caes en el victimismo.
Y te crecen miedos que nunca educaste como dice la canción.
Cuántas veces pedimos ayuda y la respuesta es el silencio, la distancia, como si fueras pandemia… pides ayuda y se alejan… te tratan como paria y te dan la mágica solución a tu dolor con un «las cosas no son así» que suena a sal de tu mundo konitos exagerado. ¿Cuándo te preguntas y cómo puedes decir qué no es asi lo que yo siento, si soy yo quien lo siente?
Que confusión. Por un lado es: sé quién eres, sé tu mismo, embrace yourself, yolo, dolce vita, etc; y por otro al hoyo.
Entonces aprendes que pedir ayuda, está mal. Que decir estoy triste, no estoy bien, es cuasi pecado mortal. Ser debil significa que no se puede confiar en ti. O sea sentir dolor es debilidad. Y el mundo no está hecho de débiles, la gente de éxito no siente… son terminators shark tank donde el roi pesa sienpre mas que el ser. Y nos fallamos a nosotros mismos y nos callamos. Y sepultados bajo miles de excusas cualquier dolor en silencio.
La vida no es fácil, pero tampoco es terrible. Es momentos. Es caminos. Y los caminos son para recorrerse, no para ocultarse.
El pasado y el futuro nos dejan cargas, cargas que escogemos inconscientemente llevar. Y que no sabemos soltar o no nos dejan soltar con cantaletas sobre un pasado que ya no está en ti. Se fue. Y no quieres volver a vivir.
Y no aprendemos como dejar de ser rehenes de lo malo, del pasado, del futuro y a quedarnos solo con el presente. Con lo que está hoy y valorarlo a topes…. el momento…
Las expectativas a veces son motores que nos llevan a construir. Otras veces vuelven a nuestros sueños tan brillantes que nada se compara con la fantasía y pierdes la realidad, que se evapora en lo que quieres tener y lo que no recibes.
A veces te callas, bajas la cabeza y aguantas. Otras… gritas, reclamas, explotas, te cansas de esperar lo que no llega y agarras y dices Yaaaaa!!! Y escapas. Dejas de ser rehen. Y te paraliza el miedo de no volver a tener aunque sea esa gota de aceptación o amor …
Todos tenemos mil historias y de esas historias se desprenden mil destinos.
Nos aferramos a uno y no vemos todas las posibilidades que se abren frente a nosotros.
Como seres humanos que creemos que somos infalibles, tenemos la mala costumbre de juzgar y asumir como si fueran propios los sentimientos de otros. Nos falta humildad, empatía y abunda el egoísmo. Nos digo, porque me incluyo.
En general juzgamos… pensamos que desciframos lo que otros sienten o quieren y asumimos. Y al asumir, nos equivocamos.
Lo primero que deberíamos hacer es escuchar, escuchar la historia completa y no la parte que te encabrona y con la que juzgas y duces ele… ahí esta tu problema!
Es que escuchar debería ser solo eso… escuchar. Tarán… así de simple. Escuchar y acompañar. Acompañar y no irse. Acompañar y estar de verdad.
Cargamos secretos, sufrimiento, dolor y también aprendizaje, crecimiento, y paz que no se ven o sienten a simple vista. Hay que indagar más profundo y no dejar todo por encimita.
Y un día te dicen que no tienes nada, que no tienes amigos, que nadie te quiere, que estás sola. Que eres complicada y que no vales o mereces nada. Usan palabras como víctima, y te mandan una y otra vez a terapia. ¡Coño! ¡Que manía! ¡Que mi felicidad no es la misma que la tuya!
Ojalá nos aceptemos nosotros con humildad… ojalá cuando te pidan ayuda, escuches y acompañes. Tu mundo konitos tampoco está asegurado y se te puede romper y vas a ser tu el paria solo. Y vas a aprender a dar la mano… porque a ti no te la dieron. Y sin querer…. en ese momento… cuando das la mano y acompañas y escuchas… sabes que eres completa e irracionalmente feliz.
Por Belén Avila
Y al fin pude escribir…
Dedicado a los Viajeros del Alma